¡VIVA SAN MARTÍN!

Cuando era niño me encantaba celebrar la fiesta de nuestro santo patrón Martín. Era un día grande para todos. Niños, mozos, hombres, mujeres, abuelos y abuelas rompíamos la monotonía del paso de los días para encontrarnos y agradecer.

Ha pasado mucho tiempo desde aquellos felices 60-70 y todavía, cuando se acerca esta fecha, recuerdo con emoción cómo nos esmerábamos todos para que todo saliera bien: la Misa, la procesión, los cohetes, el baile del vermuth, la rifa con las cartas en la villa, las casetas que se ponían y que nos hacían pasar a los niños unos días inolvidables (almendras, carabinas, tómbola, juguetes…), la comida de los hombres en la Sociedad, el rosario por la tarde, el baile por la noche… Era un día grande, de fiesta, y lo más hermoso era estar juntos, sentirnos familia, sentirnos pueblo… ¡Yo creo que, por la tradición y por el momento presente, nos merecemos el título de PUEBLO EJEMPLAR DE 2013!

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Y una de las cosas que nunca he olvidado ha sido lo que cada sacerdote que predicaba en tan señalado día, en la Misa de doce, nos contaba con ese énfasis tan especial cuando quieren que prestemos atención: el gesto generoso del soldado Martín ofreciendo su media capa a aquel pobre que pasaba tanto frío en Amiens (Francia). “Todavía no estaba bautizado y ya veis, dio su media capa…” Y yo pensaba que si hubiera estado bautizado como yo, seguro que se la habría dado entera. Y me imaginaba a ese joven soldado a caballo (aunque sólo debía tener 16 años), su gesto maravilloso y el mismo Dios que le hablaba: “Martín, hoy me cubriste con tu manto”.

Cada vez que se acerca este día, lo vuelvo a recordar y me sigo emocionando tanto como entonces. Después Martín fue bautizado a los 22 años, renunció a su carrera militar y dio respuesta a la llamada de Aquel a quien tanto amaba y que estaba en aquel pobre. Y poco a poco nuestro buen Martín fue convirtiéndose en nuestro San Martín, Obispo. Pero a mí siempre me quedará la imagen de Martín, espada en mano, partiendo la capa y regalándosela al pobre.

Este gesto de Amiens, dar media capa, fue superado cuando siendo obispo entregó su túnica entera a un mendigo. Y esto no todos lo saben y a mí me gusta mucho imaginar. Seguro que esa misma noche, como cuando era tan valiente y joven, de nuevo Dios le habló.

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Desde Bucarest, a un paso de la Panonia (Hungría) natal de nuestro buen San Martín, un abrazo a todos los guiletos con el deseo de que él siga llenando de bendiciones a nuestro pueblo y a todos los que, de una u otra manera, formamos parte de él.

Isaac Lara

¡VIVA SAN MARTÍN!

¡VIVA MECERREYES!

 

 

 

 

 

 

 

Mecerreyes. Fiesta de San Martín

Mecerreyes. Fiesta de San Martín