Puedes leer el artículo publicado en la Revista Mecerreyes del año 1990, número 26, año VI, páginas 16 a 25. Autor: Jesús González Alonso. Título: Cofradía de la Santa Vera Cruz.

 

 

 

 

 

Revista Mecerreyes del año 1990, número 26, año VI, páginas 16 a 25

COFRADIA DE LA SANTA VERA CRUZ– MECERREYES

Revista Mecerreyes del año 1990, número 26, año VI, páginas 16 a 25

«…queriendo imitar a nuestro Maestro y Redentor nos los dichos Abades y Cofrades nos abrazamos de todo corazón con dicha Santa Cruz que sea verdadero Estandarte y Váculo contra los trabajos y tentaciones de esta vida, con cuyo auxilio esperamos victoria de nuestros enemigos mayores: Diablo, Mundo y Carne»                            

(Introducción a la Regla)

Según el testimonio histórico del Libro de Cuentas “donde se asientan los gastos y recibos que dicha Cofradía tiene”, en el año 1642 funciona en la Villa de Mecerreyes la “Hermandad y Cofradía de la Santa Vera Cruz”.

No podemos precisar cuando comienza a funcionar, pero en el primer capítulo de sus reglas, al concretar la elección anual de Hermano Mayor y dos Mayordomos añade “como es de costumbre que sirvan un año entero”. Es pues posible que la cofradía funcionase como tal mucho antes, pero hasta el año 1642 no se comienza “a asentar” las cuentas y gastos.

Fue, sin lugar a dudas, la Cofradía más representativa y numerosa de Mecerreyes ya que podían pertenecer a ella todos los vecinos, tanto hombres como mujeres. Además de llevar a cabo su finalidad propiamente espiritual -como queda claramente expresado en la cita de la introducción a las reglas- tenía también una finalidad social, de unión y hermanamiento de todos los cofrades. Eran además los encargados de la organización de los actos de la Semana Santa guileta, con unas características propias y peculiares, que a tres siglos de distancia nos llaman la atención y nos resultan curiosas.

Haría falta un estudio más reposado de los tres libros de cuentas que se conservan en el Archivo Parroquial (que comprenden los años 1642 – 1884) para precisar muchos detalles, pero las Reglas y Ordenanzas con sus 25 capítulos, junto con las cuentas anuales, aportan datos suficientes para adentrarnos en la vida y organización de esta Cofradía guileta de la que quedan todavía reminiscencias en el tradicional refresco en la subasta de los cirineos, en la petición de perdón y en los pasos.

En este sencillo estudio, me voy a detener en concreto en la organización interna de la Cofradía, en los cofrades y en los actos que se organizaban en Semana Santa (de manera especial en la llamada “procesión de disciplina”) añadiendo un apéndice con datos curiosos que aparecen en las cuentas anuales y la transcripción literal de las cuentas del año 1732.

1.- Organización interna

El primer capítulo de las Reglas y Ordenanzas de la Cofradía establece que el día de la Cruz de Mayo se nombre un Hermano Mayor y dos Mayordomos por el Abad y Oficiales antecedentes.

a)       El Abad: Solía ser el cura más antiguo del pueblo (por estas fechas había un Párroco, un coajutor y un capellán). Su misión era atender espiritualmente a la Cofradía y, junto con el Hermano Mayor, hacer la elección de nuevos oficiales y admitir nuevos cofrades.

b)       El Hermano Mayor: En las cuentas del siglo XVIII recibe también el nombre de Prior. Era la primera autoridad de la Cofradía encargado, sobre todo, de hacer cumplir las reglas, que a su vez le encomendaban misiones concretas:

  1. Puede llamar a Cabildo (reunión de cofrades) todas las veces que lo crea necesario para el bien de la Cofradía.
  2. Tiene la obligación, cuando muriese algún cofrade, de mandar llevar las andas a la casa del difunto y traer el cuerpo a la iglesia.
  3. Si tuviese conocimiento de diferencias o enemistades entre los cofrades tiene que procurar reconciliarlos caritativamente.
  4. El Domingo de Ramos, a de juntar el Cabildo en la Casa de Hermandad para prepararla Semana Santa.
  5. Designar a los hermanos que tienen que hacer, por la noche, la vela en el Santo Sepulcro.

 

c)       Los Mayordomos: Serán los capítulos 4 y 5 los que delimitan sus funciones. En primer lugar, cobrar las cuotas de entrada y salida de la Cofradía así como las penas y multas de los cofrades, todo en el plazo de un año.

Tienen a su cargo “con buenas cuentas y razón” la cera de la Cofradía, dando las velas a los cofrades sólo cuando sea necesario. Tendrán que rendir cuentas de todo en el Cabildo de la Cruz de Mayo al Hermano Mayor y Mayordomos entrantes. Serán, por supuesto, los encargados de prepararla la colación o refresco a los hermanos.

d)       Los Bacineros: También reciben el nombre de “coxedores”, se nombran también el de la Cruz de Mayo y eran los cofrades encargados ese año de recoger la limosna para la Cofradía.

2.- Los cofrades

La Regla, en su capítulo sexto, ordena claramente que el Abad y Hermano Mayor reciban a cualquier cofrade, hombre o mujer, que por devoción quieran entrar en la Cofradía, obligándose a guardar los capítulos y ordenanzas de la regla.

Según el mismo capítulo se podía pertenecer a la Cofradía de tres formas: como hermano de sangre, en cuyo caso había que pagar como cuota de entrada de entrada 4 reales; como hermano de luz, pagando 8 reales; o solamente encomendándose a la Cofradía, dando de limosna 2 ducados. Al morir, los herederos de los cofrades difuntos, tenían que pagar a la Cofradía 14 reales.

Según se desprende de las cuentas anuales, las mujeres no podían ser de sangre, pues siempre pagan como cuota de entrada 8 reales; a su muerte los herederos no pagan 14 reales, sino 22 (todavía no había llegado la igualdad de derechos…)

Podemos resumir las obligaciones que prescribe la Regla para los cofrades, en los siguientes puntos:

  1. Obedecer al Hermano Mayor en todo lo referente a la Cofradía.

    «Los Pasos», actualmente, a su paso por la Calle de Don Jaime Diez.

  2. Ningún cofrade sea osado decir a otro hermano palabras injuriosas ni malsonantes.
  3. Los cofrades tiene la obligación de corregir y amonestar a los que juren o blasfemen y si fuera escandaloso denunciado al Hermano Mayor.
  4. Obligación también, de asistir a las vísperas, Misas y procesión de la Cruz de Mayo y de septiembre.
  5. Tienen obligación, bajo pena, de asistir al entierro de cualquier hermano.
  6. Y tiene que estar todos “confesados y comulgados” para el Jueves Santo.

a)       Los Hermanos de Luz:

Como ya queda dicho, pagaban por pertenecer a la Cofradía 8 reales. Su cometido especial los especifica el capítulo siete: tiene que tener “un cirio de cera verde que pese una libra” con el que tienen que asistir el Jueves Santo “a encerrar el Santísimo Sacramento” y a la procesión de disciplina, el Viernes Santo y a la procesión de la mañana de Resurrección; los demás días del año les da velas la Cofradía. En la procesión tienen que acudir con sus túnicas.

b)   Los Hermanos de Sangre:

Pagan sólo cuatro reales de cuota, aunque en cualquier momento pueden pagar otros cuatro y pasar a ser hermano de Luz.

Como su nombre indica, eran los que la procesión de disciplina del Jueves Santo se disciplinaban o azotaban. El capítulo 8 les manda que vayan a la procesión con sus túnicas, cordones y disciplinas (pequeño látigo de cuerda).

3.- La Semana Santa.

Uno de los fines específicos de la Cofradía de la Santa Vera Cruz, era la organización y participación en la Semana Santa, para la que incluso contrataban un Predicado especial.

Al toque de una esquila por el pueblo después de comer, el Hermano Mayor reúne el Cabildo el Domingo de Ramos en la casa que tenía la Cofradía, “la cual está deputada para este ministerio” allí se lee la Regla y se acuerda lo que se ha de hacer en la Semana Santa y el Domingo de Resurrección “donde han de ir los hermanos con velas encendidas y llevar el Crucifijo y las Cruces”.

El primer acto en el que participaba la Cofradía, al cual era obligatoria la asistencia de los hermanos cofrades, era el Jueves Santo “a  encerrar el Santísimo Sacramento”, se supone que en el Monumento preparado a tal efecto (también llamado el Santo Sepulcro) y del que quedaron vestigios hasta los años 60 en los cortinajes de tono gris con que se separaba el Monumento del resto de la Iglesia, conocido popularmente como “los judíos”. El acto tenía lugar por la mañana.

a)      Procesión de Disciplina:

Era el acto más llamativo de la Cofradía y también el de mayor importancia, a juzgar por el tratamiento que se le da en la Regla, aunque nos quedamos sin saber todo un montón de detalles concretos, que tan sólo podemos suponer. De los artículos 19, 20 y 24 deducimos lo siguiente:

Manda la Regla que la procesión: “se ande a las dos de la tarde” (tengamos en cuenta que se comía a las 12). A esa hora todos los cofrade salen juntos de la Casa de la Hermandad hacia la Iglesia, los hermanos de luz con su cirio de cera verde y su túnica; los hermanos de sangre con su túnica, cordones y disciplinas. Previamente se había preparado el Crucifijo (posiblemente la talla del siglo XV) en el Monumento sobre una sábana y dos almohadones con dos velas a ambos lados y una taza para recoger la limosna.

Llegados a la Iglesia, y ante el crucifijo, el Abad les advierte que de corazón se pidan perdón y se perdonen diciendo, primero el Abad y luego el Hermana mayor a todos cofrades:

“Hermanos por la pasión de Cristo Redentor nuestro me perdonen las injurias y ofensas que les he hecho y respondan todos Dios te perdone”

Acabada esta ceremonia y al toque de campanilla “todos hincados de rodillas se comiencen a disciplinar con mucha devoción”.

Cuando el Hermano Mayor mande, que salgan las Insignias “salga el Guión y los Cofrades por su orden sin que haya quiebra en la procesión”.

¿Donde iban? ¿Qué hacían en la procesión? ¿Cómo vestían? ¿Qué rezaban?, todo ello lo dan por supuesto la Regla y nos quedamos sin saberlo. Tan sólo hay una advertencia en el capítulo 24 que nos aporta un dato interesante: “que ninguna mujer sea osada a ir en la procesión entre los hermanos que se azotan sino que todas vayan atrás acompañando al que hace la figura de Cristo”. El actual Viacrucis de “los Pasos” o “los Cirineos” sería lo que nos quedó de la procesión de disciplina.

Llevaban un crucifijo y cruces en la procesión ¿podría ser la talla del Cristo y luego cruces de penitencia?.

Un dato importante que parece invariablemente en las cuentas anuales de la Cofradía es la compra de sebo, polvos y romero para lavar y curar a los hermanos.

Podemos afirmar, por tanto, que iban descalzos y que se “arreaban de lo lindo” los hermanos de sangre.

Más preguntas: ¿Cómo vestían? ¿Cómo eran sus túnicas? ¿Llevaban “capirote” o solo la cabeza tapada?.

Quizás pudiéramos encontrar una pista en las pinturas murales del siglo XIV o XV de la ermita de San Millán, en el vecino pueblo de Puentedura. En estas pinturas se representa una procesión de penitencia compuesta por 21 personas precedidas por el Abad, Hermano Mayor y otro que lleva la Cruz, cerrando la comitiva un cirineo con la Cruz a cuestas. Al menos diez van azotándose, otros llevan velas, alguno un rosario, todos descalzos y con la cara tapada, tal como muestra el dibujo que hemos tomado de la Revista “El Trigarral”.

b)       La Colación: Aunque en la Regla nada aparece, al terminar la procesión de disciplina había una colación (refresco) para todos los hermanos -hombres y mujeres- cofrades en las cuentas de algún año parecen hasta 22 cantares de vino y 4 fanegas de trigo para los panecillos (también se daba vino el Domingo de Ramos). Son nada más y nada menos que 350 litros de vino y 220 kilos de pan, es de suponer que se invitase a todo el pueblo. De todos modos el Visitador eclesiástico siempre recrimina a la Cofradía los excesivos gastos en vino, pero, al parecer, no sabían leer.

A modo de conclusión

A mi entender, queda claro que lo peculiar y propio de la Semana Santa de Mecerreyes, tiene sus antecedentes históricos en esta singular cofradía guileta de la Santa Vera Cruz.

No se trata de volver el pasado sin mas, ni de rescatar algo ya caducó -vivimos en unos tiempos y circunstancias bien distintos-, pero sí de conservar y actualizar, en la medida de lo posible, lo que nos legaron nuestros antepasados.

Pero en mi opinión, no se puede conservar tan sólo como algo folclórico o costumbrista, pues perderíamos su sentido genuino y original como manifestación de fe y de penitencia. Es pues responsabilidad de los que nos tenemos por creyentes, el mantener su auténtico sentido.

Me atrevo a invitaros, amigos guiletos, a participar en estos actos tradicional de Semana Santa, cada uno dentro de su realidad y posibilidades, que en unos caso será una participación plena y activa, y en otros tan sólo de acompañamiento y respeto.

Bienvenidos de nuevo: «el refresco y subasta de los Cirineos», la tradicional «petición de perdón» y el Viacrucis de «Los Pasos».

Revista Mecerreyes, nº 26 – Pag 23 (1990)

 

Revista Mecerreyes, nº 26 – Pag 24 (1990)

 

Revista Mecerreyes, nº 26 – Pag 25 (1990)